Cuando escuchamos la palabra creatividad, lo primero que, generalmente,
nos viene a la cabeza son las distintas disciplinas artísticas. Tanto la creación
como la apreciación del arte son procesos profundamente emocionales. El
arte nos hace subir a una montaña rusa de tristeza, tranquilidad y angustia.
Pablo Picasso, uno de los artistas más creativos del siglo XX, concebía al artista
como un receptáculo de emociones y un vehículo de transformación de
esas emociones vividas en obras de arte tangibles (Picasso, 1988). Pero las
emociones no solo desempeñan un papel importante en la esfera de la creatividad
artística. El proceso de invención e innovación en cualquier ámbito de
actividad humana, desde una investigación científica hasta una emprendedora
iniciativa empresarial, está lleno de emociones: frustración al encontrarse
en callejones sin salida, desconcierto ante lo desconocido, ilusión al analizar
nuevos problemas y euforia al conseguir finalmente un éxito.
Hagamos aquí un alto en el camino para exponer lo que entendemos por
creatividad. ¿Qué podemos considerar creativo? Los psicólogos estudian la
figura de la persona creativa, el proceso creativo y el producto creativo, por lo
que en este capítulo haremos referencia a las tres formas de entender la creatividad.
Los psicólogos se interesan por estudiar a personas creativas porque
quieren conocer bien a los creadores, saber cómo son y describir sus rasgos,
sus habilidades y sus experiencias vitales. Al estudiar el proceso creativo, se
analiza la manera de pensar y trabajar de las personas creativas, cómo descubren
los problemas que deben resolver, cómo los abordan y cómo los afrontan.
Por último, los productos creativos pueden ser ideas, representaciones
o artículos, concebidos ya sea individualmente o en grupo. La generación de
productos es clave a la hora de analizar la creatividad, ya que en su ausencia
tan solo estaríamos hablando de un sueño que no se ha cumplido.
¿Cómo se materializa una actitud creativa?
Es decir, el hecho de observar el
mundo con curiosidad y receptividad–, en un pensamiento y en un acto creativo?
En el proceso creativo el conocimiento y las habilidades de pensamiento
adquieren una importancia crucial. La persona tiene que ser capaz de aportar
ideas diferentes y de concebir posibles soluciones a problemas complejos.
Para ello, generalmente es necesario
contar con un amplio
conocimiento de un ámbito de
trabajo determinado.
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios de investigación sobre las emociones
implicadas en el proceso creativo se han centrado en analizar cómo los
distintos estados de ánimo fomentan u obstaculizan la generación de ideas.
Alice Isen y sus colegas de la Cornell University (Estrada, Young e Isen, 1994;
Isen, 1999; Isen, Daubman y Nowicki, 1987).
Así, si el hecho de estar alegre es clave
para concebir ideas creativas, ¿cómo
lograron ser creativos todos aquellos
prestigiosos artistas que no destacan
precisamente por su alegría? Algunos
investigadores han sugerido que más
que analizar la influencia de las emociones
positivas o negativas, se debería examinar cuáles son las emociones
que impulsan a una persona a actuar (Baas, De Dreu y Nijstad, 2008). Por
ejemplo, un pintor sumido en un estado de ánimo positivo podría sentirse
satisfecho con su cuadro y decidir poner fin al proceso creativo, perdiendo
así cualquier idea original que se le pudiera haber ocurrido más adelante de
haber seguido trabajando en dicho cuadro. Por el contrario, un pintor descontento
con un proyecto podría verse impulsado a esforzarse más y persistir
en su trabajo durante más tiempo, lo que le podría llevar a ser más creativo.
Podría ser que una persona necesite experimentar en primer lugar una emoción
negativa que la impulse a actuar para pasar después a sentir emociones
más positivas, a medida que se desarrolle el proceso creativo (Bledow, Rosing
y Frese, 2013).
El hecho de que algunas personas tengan una mayor capacidad para sobrellevar
la ansiedad o canalizar su frustración, demuestra que sus emociones
influyen en su pensamiento y su trabajo creativo, y que tienen más habilidad
que otras personas para gestionar sus emociones. Partiendo entonces de la
presunción de que podemos sacar provecho de nuestras propias emociones e influir sobre ellas, nuestra investigación se centra en averiguar cómo podemos
utilizarlas para fomentar la creatividad. Así pues, no nos preguntamos
qué emociones favorecen la creatividad,
sino más bien nos interesa saber
cómo se pueden aprovechar o transformar
para conseguir una mayor
creatividad.
Te recomendamos que de acuerdo a las actividades previamente realizadas vayas construyendo tu propia canalización de emociones.
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